LOS JUEGOS Los entretenimientos eran de lo más dispares, las dificultades económicas que padecíamos, no daba para tener juguetes como los niños de familias acomodadas, así que nos los fabricábamos nosotros mismos. Para algunos necesitábamos la ayuda de algunas monedas para comprar los materiales y para eso buscábamos chatarra que nos compraba el “ditero”, rebuscábamos corcho después de su recogida y lo llevábamos al “chato” en el barbecho, en la época de los gurumelos, nos faltaba tiempo para buscarlos en las cañadas, el hoyuelo, o donde fuera, para venderlos en los bares y restaurantes del pueblo, o haciendo recados a las vecinas. Con lo que reuníamos de dinero, comprábamos a Perales, una tabla y ruedas de madera para la fabricación de un carro, para tirarnos por las cuestas de la carretera de cantarranas. También hacíamos tirachinas con las tiras de goma que nos vendía Pepe Escalera o Puntas, de las cámaras de las ruedas de los coches que cambiaban. Con una vara de olivo y una cuerda nos hacíamos los arcos para las flechas, que eran de las varetas de gamonitas, eso y un montón de cagajones secos, era la munición con la que hacíamos la guerra en la era de Justo, o contra los “carreteros” todos los niños del Roero, (la calle con mejor vista del pueblo). El trompo o (la peonza) era uno de los juegos que nos tenían más entretenidos en su desarrollo, pues se tenía que tener habilidad y puntería para sacar al contrario del circulo y con un poco de suerte rajarle el trompo, para eso en el momento de comprarlo, le cambiábamos la púa, por otra mucho más larga y afilada, que por lo general nos la ponía cualquiera de los herreros que habían en el pueblo (Carmelo, Pepe Escalera) Otros juegos eran las bolas, los cromos de las cajas de cerillas, el aro y tantos que sería interminable de enumerar, pero que sin ser los electrónicos como los de hoy, nos divertían y ocupaban nuestro tiempo, sin pensar en las otras necesidades que teníamos. En verano solíamos pasar el tiempo buscando nidos, o bañándonos por las albercas de los alrededores del pueblo, incluso cuando íbamos siendo “mayores” nos atrevíamos hasta en la ribera de Huelva, o los cachones en la del Cala. ( yo aprendí a nadar en arroyo de la lana).
LOS JUEGOS Los entretenimientos eran de lo más dispares, las dificultades económicas que padecíamos, no daba para tener juguetes como los niños de familias acomodadas, así que nos los fabricábamos nosotros mismos. Para algunos necesitábamos la ayuda de algunas monedas para comprar los materiales y para eso buscábamos chatarra que nos compraba el “ditero”, rebuscábamos corcho después de su recogida y lo llevábamos al “chato” en el barbecho, en la época de los gurumelos, nos faltaba tiempo para buscarlos en las cañadas, el hoyuelo, o donde fuera, para venderlos en los bares y restaurantes del pueblo, o haciendo recados a las vecinas. Con lo que reuníamos de dinero, comprábamos a Perales, una tabla y ruedas de madera para la fabricación de un carro, para tirarnos por las cuestas de la carretera de cantarranas. También hacíamos tirachinas con las tiras de goma que nos vendía Pepe Escalera o Puntas, de las cámaras de las ruedas de los coches que cambiaban. Con una vara de olivo y una cuerda nos hacíamos los arcos para las flechas, que eran de las varetas de gamonitas, eso y un montón de cagajones secos, era la munición con la que hacíamos la guerra en la era de Justo, o contra los “carreteros” todos los niños del Roero, (la calle con mejor vista del pueblo). El trompo o (la peonza) era uno de los juegos que nos tenían más entretenidos en su desarrollo, pues se tenía que tener habilidad y puntería para sacar al contrario del circulo y con un poco de suerte rajarle el trompo, para eso en el momento de comprarlo, le cambiábamos la púa, por otra mucho más larga y afilada, que por lo general nos la ponía cualquiera de los herreros que habían en el pueblo (Carmelo, Pepe Escalera) Otros juegos eran las bolas, los cromos de las cajas de cerillas, el aro y tantos que sería interminable de enumerar, pero que sin ser los electrónicos como los de hoy, nos divertían y ocupaban nuestro tiempo, sin pensar en las otras necesidades que teníamos. En verano solíamos pasar el tiempo buscando nidos, o bañándonos por las albercas de los alrededores del pueblo, incluso cuando íbamos siendo “mayores” nos atrevíamos hasta en la ribera de Huelva, o los cachones en la del Cala. ( yo aprendí a nadar en arroyo de la lana).