lunes, 25 de febrero de 2013

Antonio Miguel Oliveros Quiroga



De vuelta a casa después de una semanita en el pueblo, para recargar las pilas de la morriña, viendo a los amigos, o recordando con sus hijos a los que ya nos dejaron, también conociendo a otros que por la edad no conocía, buena gente y mejor corazón, tengo el mejor pueblo del mundo, (sin despreciar al de los demás) abiertos a la amistad a quien con un apretón de mano se la pida. Me he sorprendido muy gratamente de la juventud actual, se nota que se lleva en los genes, su amabilidad con el forastero, lo altruista y desinteresado, con su forma de ofrecer y compartir la amistad, esta juventud es la que seguirá con la forma de ser de los Roquilleros, con su participación en las tradiciones, fiestas y aficiones, nunca en otros lugares se implican tanto los jóvenes en estos actos, como lo hacen en este pueblo. Desde que tome la decisión de ir más a menudo al pueblo, después dejar de trabajar y no haberlo hecho antes por falta de tiempo, salvo en algunas ocasiones muy esporádicas y distantes en el tiempo, creo que ha sido lo más acertado para mí, pues he comprobado gratamente, que sus gentes son excepcionales, con grandes valores, la cultura, las tradiciones, la amistad, la alegría y el buen recibimiento a los que llegan de fuera. Tanto jóvenes como no tan jóvenes, están implicados en conservar nuestras costumbres, el deporte, la cultura y los avances del progreso con sus ventajas, la ilusión y las ganas de ser algo más que un pequeño pueblo de la sierra, darse a conocer más allá de su contorno e inculcar a sus hijos el amor por sus raíces. En mis últimas visitas he podido comprobar, que a pesar de los cambios ocurridos, en estos últimos casi cincuenta años, mucha gente que a pesar del tiempo sin habernos visto, me han tratado como si no hubiese transcurrido más que unos días. Muchos de los que tuvimos que salir del pueblo, cuando éramos niños y perdimos el contacto, porque a cada uno nuestro destino, nos llevó a lugares diferentes, ahora volvemos a encontrarnos en nuestro pueblo, otros nunca más los podrán hacer, a esos que ya no están los recordamos como cuando estábamos en el colegio, aunque el paso de los años y la memoria, los recuerdos cada vez son más confusos. Para esto último la mejor forma de que esos recuerdos no escapen del todo de nosotros, unos grandes Ronquilleros, tuvieron la brillante idea de editar un libro, en colaboración del ayuntamiento, donde José Mª Aguayo y Francisco Macías con su saber hacer y fotografías, con textos de la gran pluma de Manuel Díaz Forero y todo el pueblo prestando su apoyo, han conseguido una obra de la que tenemos que estar orgullosos de pertenecer a esta tierra, tan dura y agreste, como buena gente son sus gentes.

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